jueves, 16 de diciembre de 2010

Un jardín de colores

Durante los siguientes días recorrimos los maravillosos
fondos caribeños para calmar los nervios del “shark
feeding” y del “shark frenzy” (perdonadme el uso de
anglicismos, pero así están aceptados por los centros
de buceo) y visitar las magnificas formaciones de co-
rales que, a profundidades de tan sólo 15 m, ya desta-
caban por su riqueza en colorido y gran tamaño, espe-
cialmente en el caso de algunos ejemplares de espon-
jas, que resultaban realmente excepcionales.
Aunque habíamos dejado atrás la concentración de ti-
burones, siempre teníamos siguiendo nuestros pasos
tres o cuatro escualos de la especie “cabeza dura”, que
nos escoltaban con una persistencia encomiable, obse-
quiándonos con ceremoniosas pasadas para mantener
la emoción, cosa que sin duda conseguían.
El recorrido por los arrecifes era un paseo increíble
por una zona que puede considerarse poseedora de
los fondos más hermosos y bien conservados del
Caribe por la abundancia de su fauna y por el tamaño
de determinadas especies, especialmente los diversos
tipos de meros tropicales que iban siguiendo con
enorme curiosidad nuestros pasos. Cuando Colón des-
cubrió este archipiélago de 250 islotes y comentó que
constituían un jardín digno de la Reina, ignoraba que el
jardín que se extendía mas allá de la superficie del mar
era no sólo digno de la reina, sino de toda la corte en
pleno. Si Cristóbal Colón hubiera dispuesto de una cer-
tificación de buceo, a buen seguro se habría vuelto
loco ante tanta maravilla.

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