jueves, 16 de diciembre de 2010

Franco, el cocodrilo


En esta crónica sobre los inolvidables Jardines de la
Reina no podemos omitir a Franco, un enorme coco-
drilo de cuatro metros de longitud que andaba entre
los manglares que rodeaban las instalaciones del
Tortuga, el hotel flotante donde nos hospedábamos.
Este impresionante reptil tenía por costumbre visitar
por las noches el hotel y “sonreía” amablemente a los
huéspedes con su descomunal dentadura.

El nombre de Franco no tiene connotaciones
políticas, es decir no se refieren a nuestro
Franco (que en paz descanse, ¡si puede!), sino
que le pusieron este nombre porque coincidía
con el nombre de uno de los hijos de los pro-
motores de Jardines. El niño creció y el coco-
drilo también, que ahora es parte integrante
de las singularidades de este apasionante des-
tino del Caribe cubano. Las visitas eran desde
luego interesantes e interesadas, porque en
realidad el animalito acudía cuando Noel le
llamaba persuasivamente y le ofrecía suculen-
tos pedazos de pollo. Era impresionante ver la
rapidez y voracidad con que atrapaba la co-
mida, a pesar de que parecía estar dormitan-
do. Ya que estamos en ello os contaré que el
extenso y hermoso archipiélago de los man-
glares de los Jardines de la Reina, con aguas
mansas y transparentes que invitan al baño, están habitadas por numerosos cocodrilos y
no resulta recomendable darse un chapuzón

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