jueves, 16 de diciembre de 2010

La anécdota

En una de estas inmersiones entre tiburones, y mientras ya
nos habíamos posicionado sobre el lecho marino, los tiburones
empezaron a dirigirse hacia mi puesto de observación, pasando
a muy poca distancia. Empecé a preocuparme cuando detecté
que algún tiburón me pasaba rozando mi blanca cabellera, al
mismo tiempo que algún otro me “acariciaba” con su hocico mis
bien torneadas piernas. Llegué a pensar que se debía a mi “sex
appeal” personal, o quizá a un cierto homenaje a la tercera edad, pero lo cierto es que su persistencia era acongojante, por no
usar otra palabra de fonética parecida. Mis dudas se disiparon
cuando vi que Noel se dirigía nadando a buen ritmo hacia mi,
señalando con su dedo índice el punto que yo había escogido
como puesto de observación, añadiendo otro gesto que, sin lugar
a dudas, quería decir ¡comida! Total, que sin apercibirme de ello, me había situado precisamente en el mismísimo lugar donde
Gualberto había escondido la comida. Es decir, lo del “sex
appeal” nada de nada, y sí un despiste total por mi parte. Al salir
de la emocionante inmersión, de una pieza, eché de menos un
buen desodorante.

No hay comentarios:

Publicar un comentario