Hace solo dos semanas que regresé de Cuba y no dejo de pensar en esta inolvidable experiencia dominado por una serie de emociones y sensaciones (como de diría mi buen amigo Angel del Foro Sensaciones) que indudablemente me han impactado de lleno.
Estas crónicas “Bailando con tiburones” son hasta cierto punto como una válvula de escape, porque al relataros mis inmersiones las vuelvo a vivir, y si además contemplo las magnificas fotografías con que mi buen amigo y “guarda espaldas” Noel me obsequió, el recuerdo va acompañado con unas imágenes que me ayudan a revivir las mejores inmersiones de mi vida.
Amigos de la Web; ¿Preparados para la inmersión?... ¡ Allá vamos!
La primera inmersión del día, (hacíamos tres cada día) fue, como no, con los dueños absolutos del entorno; los tiburones. Pero en esta ocasión la experiencia fue altamente emocionante, especialmente para mí, y os explico el porqué. Fue una inmersión, como suelo decir de “alto voltaje”, aunque al recordar las incidencias de la misma debo corregir y afirmar de “ muy alto voltaje” o en inglés, para hacerlo mas inquietante, “a very high voltage dive”.
Como siempre que se trataba de atraer a los tiburones, Gualberto buceó rápido hacia el fondo, situado más o menos a 30 metros de profundidad, y escondió debajo de unos corales una bolsa conteniendo abundante y sanguinolenta carnada, que con sus apetitosos efluvios atraería sin lugar a dudas a todos los escualos del entorno. Como mínimo veinte o treinta ejemplares entre dos metros y medio a tres metros de largo. ¡Toda una multitud!
A continuación el grupo al completo, Ingrid, Jordi, Noel, Gualberto y yo nos situamos cerca del “meeting point”, es decir de la carnada, para observar en primera linea, los nerviosos e inquietos movimientos de los tiburones para conseguir localizar el cebo que sabían cerca pero sin poder, de momento, precisar donde.
Ocupé una posición que me pareció un excelente lugar de observación, y comprobé como Noel me confirmaba con gestos que era un buen lugar… y ¡Comenzó el espectáculo!
Los tiburones que , por lo visto habían ya situado mas o menos la localización de la carnada empezaron a describir el circulo ritual para situar el punto exacto… y los tiburones empezaron a dirigirse hacia mi puesto de observación pasando a muy poca distancia de mi.. a medio metro como máximo, es decir a ¡50 centímetros!
Empecé a preocuparme cuando detecté que algún tiburón me pasaba rozando mi blanca cabellera, al mismo tiempo que algún otro me rozaba con su hocico mis bien torneadas piernas. Me pareció demasiado ¡joder!... Me venían de todas partes con decisión y claro nerviosismo y una preferencia total a mi persona.
Llegué a pensar que se debía a mi “sex appeal” personal, o quizá a un cierto homenaje a la tercera edad, pero lo cierto es que su persistencia era francamente preocupante, y como ya dije en una crónica anterior, acongojante, (léase, acojonante).
Mis dudas se disiparon cuando vi que Noel se dirigía nadando a buen ritmo hacia mi , señalando con su dedo índice el coral que yo había escogido como puesto de observación, añadiendo otro gesto que, sin lugar a dudas, quería decir ¡comida! para seguidamente agarrándome del brazo me apartaba de mi puesto de observación preferente… Total que, sin apercibirme de ello, yo me había situado “precisamente “ en el mismísimo lugar donde Gualberto había escondido la comida, convirtiéndome por consiguiente en el individuo que les provocaba a los tiburones los irresistibles estímulos olfativos. Es decir que lo del “sex appeal” nada de nada, y si un despiste total.
Pero la aventura no termina aquí. Cuando nos retiramos del lugar de la acción, un par de tiburones atraídos por los efluvios que aun persistían impregnando mis aletas de natación de color amarillo, intentaron morderlas, y Noel tubo que intervenir. a puñetazo limpio, para evitar que lo consiguieran.
Ingrid, que fue testigo presencial del intento me comentó “Eduardo fue emocionante, Noel tubo que defenderte a puñetazos”
Yo no me enteré hasta salir del agua donde por cierto estaban esperando todos los participantes en la emocionante inmersión. Eché de menos un buen desodorante.
No hay comentarios:
Publicar un comentario